Amada : no has querido plasmarte jamás
Quédate en la hostia,
ciega e impalpable,
como existe Dios.
Si he cantado mucho, he llorado más
por ti ¡ oh mi parabola excelsa de amor !
Quédate en el seso,
y en el mito inmenso
de mi corazón !
Es la fe, la fragua donde yo quemé
el terroso hierro de tanta mujer ;
y en un yunque impío te quise pulir.
Quédate en la eterna
nebulosa, ahí,
en la multicencia de un dulce noser.
Y si no has querido plasmarte jamás
en mi metafísica emoción de amor,
deja que me azote,
como un pecador.
César VALLEJO, Los heraldos negros (1918)
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